miércoles, 29 de enero de 2014

Ujjayi breathing


A veces respiro océano. Y saboreo la miel del sol con la punta de la lengua. A veces, si me concentro bien, puedo hacer magia. Magia que tiene todo el sentido del mundo entre esas cuatro paredes de cristal. Toco las canciones que vivimos con las yemas de los dedos: golpeo con las puntas gotas doradas que flotan por la habitación, delante del lago que hay allí y del que salen mis seres queridos, que no necesitan tener escamas ni branquias para saltar desde las profundidades varios metros hasta el cielo. Me saludan con la mano. Y yo me río, claro. Si lloviera esa casa, que tanto se parece a primavera, verano, otoño, invierno, primavera, estoy segura que sería desde el suelo. Y que podría beberme los barrotes desde la madera del suelo. Sobre el que pedaleo, en el aire, y hago volteretas hasta caerme al lago, donde el agua está helada y desde el que puedo ver el valle entero. De momento sólo tengo dominados los 45º pero estoy segura de que conseguiré abrir el ángulo para ver más y mejor. 

Hoy me he acordado de cuando mi padre me tiraba a la piscina desde el bordillo.

Y, tumbada, respirando como el océano, se me han escapado dos lágrimas, una por carrillo.