jueves, 11 de abril de 2019


Echo de menos las islas donde nos encontrábamos.
Por donde nos deslizábamos, vagábamos, aparecíamos y desaparecíamos sigilosos.
A veces borrachos.
A veces dormidos.
A veces automáticos.
Pero mucho más auténticos y secretos.
Y discretos.
Y mágicos.
Eran paraísos de letras donde nos escondíamos.
Detrás de plurales mayestáticos.
Y verdades mucho más verdad que cualquiera de las letras que escribamos con tinta hoy.
Ya no nos quedan identidades secretas.
Ni historias de amor de mirarse a los ojos y compartir auriculares en la terraza.
Es increíble cómo recordamos las cosas de antes.
Y ahora, hoy, ninguna. Ninguna queda, todas pasan. Y más que pasar es que no existen.
Nunca pasaron.
Y las otras, que posiblemente nunca pasaron, pasaron tanto.
Se sentían tanto y tan fuertes.
Los besos sabían más antes.
La juventud, de la que hablaban otros cuando nosotros no pensábamos en ella.
No sabíamos lo que era.
No sabíamos que la teníamos y que era un tesoro.
Ya entonces quería vivir en el pasado que fue mejor.
Pero es que ahora es, de verdad, pasado.
Y ya no pesa.
Pero es precioso.
Pasado, precioso.
Qué afortunados de encontrarnos.
Y de habernos querido.
Y querido querer.
Me gustaría volver aunque sea un segundo.
Besar a todas las personas que me hicieron ser feliz.
Anónimamente feliz.
Y comentaban.
Y reían.
Y respiraban.
No las escuchabas pero respiraban.
Echo de menos los tiempos anónimos donde sentíamos más.
Y lo contábamos.
Mejor.
Echo.
De.
Menos.
Siempre echo de menos.
Pero se me olvida acordarme de eso también.
Feliz cumpleaños, Alzhu.
Feliz cumpleaños, Sherezade.
Feliz cumpleaños, Maga.
Feliz cumpleaños, T.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Te amo

Ya nadie mira, ¿sabes?

Bueno, tú. Tú sí miras. O bueno, tus ojos en una fotografía que me he traído al salón y he puesto detrás del árbol de Navidad.

Para que te des cuenta de que estás aquí y me faltas a la vez y es un sentimiento tan difícil que no tengo palabras para contarlo. Ni vida para vivir sin tí.

Exploto. Estallo. Se me revienta el pulmón en el pecho porque el corazón no sabe explotar dos veces.

Agarro el diccionario. Busco, rebusco, me inundo de letras y no estás en ninguna. O estás en todas. Porque en todo estás y en todo faltas.

Tristeza. Sentimiento elevado a una potencia tan vibrante que se anula toda la carga (estática o cualquier otra). El caso es que pesa. Y lo siento como un cortocircuito dentro de la cabeza. Siento el pecho, siendo hormigas en los brazos y sólo quiero beber y fumar y comer y dejarme ir. E incluso meterme debajo de las sábanas y romper todas las cosas. Y quemar los libros y salir corriendo.

Eso.

Salir corriendo.

Que se me escapan las lágrimas sin pensarlo. Y yo que tanto he pensado y tanto he llorado en voz alta. Que tanto he contado con todos y he contado con tantos (y a tantos) y ahora no sé qué contarles.

Que mi padre se ha muerto. Que ha enfermado y ha sufrido y no está. Y que sufrió mucho. Porque sabía que nadie le decía la verdad. Y sobre todo los médicos.

Vivo como una tortura el rencor que no me deja avanzar.

Rencor sobre todos y sobre todo.

Echo de menos su voz. Y la tengo grabada, ¿sabes? Muchas conversaciones de hospital previendo que si alguna vez salíamos de ese infierno de pijamas verdes de la planta donde las ventanas están bloqueadas para que nadie se suicide nada volvería a ser igual.

Tampoco mi cumpleaños.

"Cumples 33", me dijo hace tres años. "No, papá. Son 30". Le respondí extrañada mientras me temblaba el labio inferior y me daba la vuelta para que no lo viera.

Le acababan de diagnosticar. Tenía miedo, como un niño pequeño. Cosa que nunca dejó de ser. Un niño grande que no medía sus reacciones cuando tenía pataletas. Pero un niño grande.

Aprendí a crecer tan rápido, que miro atrás y no veo absolutamente nada. Me es tan lejano el recuerdo de los buenos tiempos que no los veo.

Como si nunca hubieran existido.

El año que viene haré 33. Y sí, pienso mucho en ello y en la relatividad del tiempo y la física teórica.

Mi padre no acertó en la fecha. Se adelantó tres años.

Felicidades hija.

Gracias papá

Te amo.





martes, 28 de abril de 2015

Cada noche
todas las noches
Me acuesto y doy gracias mirando al techo de mi habitación.
El mismo que pienso como abierto
Cuando medito
Cuando me imagino en mi casa
De madera en el lago

Gracias por haberme regalado un día más
Mientras te inflamas por dentro
Desde las entrañas ya carcomidas
A los pulmones llenos de miedo

Y llevo varios días
Que cuando doy gracias
No pienso
Que esté bien así
Que te deshagas
Por qué
Para qué
Por cuánto

No mereces perder
No mereces dejarte ir
No mereces
No
N.


lunes, 27 de abril de 2015

Cadencia lenta (como la hoja que cae danzando despacio)

Hay una mirada que se va

Una vida pasando en mate

Como la forma en que te gustaba revelar las fotos
Y dispararlas

Cuánto tiempo de preparación
Cuánta queja por tu esmero
Cuánta broma recurrente
Y tú silente
Callado
Click.

Un índice de reflex
Que tarda media vida
Que encuadra, enfoca
Un guiño
Para sacarnos perfectas
Guapas
Sonriéndote
Brillando

Y hacías que la luz fuera tan bella
Y la profundidad de campo tan amplia
Como tu corazón

Aprendí a congelar el agua de la fuente
Contigo
A luchar, reescribir, borrar
... a soñar
A disparar con tu objetivo...
... y me enseñaste a marcarme los míos
Con tu guía
Supervisando mis movimientos
Siempre
Con sigilo
O tocando mi hombro
Y mostrándome el camino
Tu camino
Mi camino
El camino que ahora se desborda
Como el río

Se convirtió en algo tan importante
Que te sintieras orgulloso de mi
Y aunque no te arrancase de los labios un te quiero
Aprendí a vértelo en los ojos
Junto a una enorme sonrisa
La satisfacción de la realización
Mi vida, la tuya

Aprendí a ver tantas cosas en tu mirada
Que te sé sin verte
Te escucho sin oírte
Te veo en cada parpadeo con ojos cerrados

Te quiero sin palabras
Porque no hay diccionario
Ni tesauro
Ni glosario en este planeta
Ni en los cientos de millones de estrellas
Que definan lo que te quiero
No hay vínculo más poderoso
Que el ser tu hija
Y haberte querido
Tanto y con tantas ganas
Que cuando todo se apague
Quedará el rumor de nuestras confidencias sin palabras
Y ojos cerrados
Y siempre estaremos juntos
Por dimensiones, mundos, universos
Nos sonreiremos todo el tiempo

Qué bonita la sonrisa que tenías cuando descubriste Berlín
Y a mi en él
Haciendo tu sueño realidad
Y de paso, el mío

Eres mi alma gemela
Y te vas a ir
Y me faltará un hueco
Tan grande
Que no habrá nada
Absolutamente nada
La nada
La desconexión
La náusea

Y ahora, cuando te apagas
Aunque yo no quiera
Aunque tú no quieras
Aunque los que te queremos te lloramos
Porque sufres
Porque te dueles
Porque se te apagan los ojos
Y la esperanza
Ahora, cuando parece que te apagas
Yo te quiero más
Y daría lo que fuera
Por salvarte
Por no dolerte
Por curarte por dentro

Pero sólo soy aquella niña pequeña
Que rezaba para que fueras un santo
Y ahora me doy cuenta
De que uno no sabe lo que pide
Por lo que pide
Lo que está pidiendo
Hasta que lo tiene delante
Y le arrolla.

Fotografía de Perfecto Rueda. (Desierto del Sáhara)

viernes, 19 de diciembre de 2014

jueves, 20 de febrero de 2014

Inspirado en Colinas como elefantes blancos

Se desplomó como un saco de arena y se arrastró por el suelo, dejando un hilo de vida silencioso por el pasillo. "Julián", susurró. "Me muero". Levantó el brazo derecho suplicando a la primera puerta que le permitiera ponerse en pie. Una vez, dos veces. A la tercera no fue la vencida. Estampó la mano contra la pared y la golpeó. "¿Alguien me escucha?". Una ventana, al fondo del pasillo, en la habitación pequeña, se batía en duelo con el marco. La corriente era tan fuerte que le levantaba la falda del vestido, cubierto de sangre cada vez más seca. No tenía fuerzas ni para secarse las lágrimas así que optó por bebérselas. No lo hacía a propósito. "Julián, me muero". Notó una fuerte sacudida. Dos, tres. Esta vez la tercera sí cumplió con lo previsto. Los ojos de Julián se le clavan tan fuerte como las uñas que llevaba diez minutos clavándole en los antebrazos. "Marina, estás soñando, es una pesadilla, estás bien, bien, muy bien". "Tengo sed", responde ella mojándose con la lengua los labios acartonados. "Oye, no puedes seguir así, no duermes y cuando duermes sueñas feo". Ella baja la cabeza y rehuye la mirada de su marido. Él la besa el pelo, el cuello, la nariz, los labios. "Yo te quiero mucho, ¿es que crees que no te quiero". "Yo sólo quiero dormir". Alarga el brazo para dejar el vaso en la mesita de noche y mira de reojo la estantería de libros. Suspira. "¿Dónde está nuestro album? Se frota los pies fríos y agarrando la almohada, se tumba. "Lo he guardado en el trastero, porque ya las tenemos en el ordenador... Si quieres podemos intentar empezar otro". Le da la espalda a Julián, que se acaba de levantar al baño. Una ranura de luz que se cuela por la puerta. Le molesta en los ojos y gruñe bajito. "Me gustaba el album, ir colocando cosas nuevas. Me hacía ilusión recordar cosas". Le oye hacer pis, escucha la cadena. "¿Cómo dices?" "Nada". Aprieta fuerte los ojos y se acaricia la tripa. Cuando Julián entra en la cama ella aún tiene la mano en el abdomen. "¿Estás bien? Oye, si es por lo del album, lo podemos buscar...". Marina no contesta. "Yo sólo quiero dormir", dice cerrando los ojos. Desde ahí, Julián no puede ver que llora.