sábado, 31 de octubre de 2009

halloween siempre es impredecible

Sonaba el acordeón en Casas Reais, y él, miraba fijamente la escena. Pensaba de manera intensa que nadie le estuviera mirando, porque dicen que cuando lo piensas intensamente, ocurre. A veces. E imagino que, sólo, cuando tiene que ocurrir. Allí estaba él, apoyado en una columna de piedra, en el muro, mirándola. Queriendo que todo el mundo dejara de hablar; que aquello dejara de ser la vida real y siguiera siendo lo que parecía, una película antigua, como indicaban sus colores matizados, la embriaguez de la noche, la magia de las madrugadas. Allí estaba él. Mirándola. Mirando sus dedos, recreando películas, lugares, momentos. Recreando aquel yo y aquel ella. Aquel tenerla delante y desearla, con sus manos de marfil contando notas, contando historias con el acordeón. Y alrededor la gente bailaba, y reía, e incluso ese chico moreno se agachó para saludar con el sombrero. Como si la escena fuera un gran circo en París donde todos bailan alrededor de todas las cosas profanas. Y la luz era anaranjada; sobre la piedra oscura. Y estaba ella, y estaba él que la protegía. Y las madrugadas, que a veces, cuando cambias el rumbo, te hacen estos regalos. Nunca en hora. Siempre de paso, y siempre por casualidad. Todos eran franceses. Él no. Y todos ellos, personajes de otra época aparecidos en mitad del túnel del tiempo, desafiando la gravedad, se saludaron.



3 comentarios:

Enric Draven dijo...

es bonito el texto; y si esa es tu voz, tienes una voz preciosa, kay :)

petons

Enric
PD: oh! seria un milagro poder chatear con vos :)

V dijo...

llego y veo que llevas tiempo sin pasarte por aquí. tus ajetreos te entretienen, supongo. A ver si nos vemos antes de Reyes.

kay dijo...

felices xxxxx post
te quiero guapo