miércoles, 26 de enero de 2011

Bajo el frío de la calle, bajo el frío de enero, se me iban quedando los dedos fríos. Sirve de muy poco guardar las manos en los bolsillos cuando tienes claro que el gris sigue comiéndose los dedos de tus pies y sacudiendo la última punta de tu pelo. Es complicado. De pronto, en mitad del frío que no se va caes en la cuenta de que estás hecha (de) pedazos y que es cierto lo que dice detrás de una copa de que nadie borra sólo vive con más o menos éxito. Así que -segundo intento- de pronto, en mitad del frío, con la cara seca y las manos y los labios cuarteados, uno es consciente de sus trozos, de sus pedazos de vida remendados de la forma más elegante que puede haber. El frío consigue hacer diferenciar claramente los límites de los meses y los años remendados y acentúa los jirones. Nada de esto, además, es más fácil de difuminar con alcohol y música. Muy al contrario, de pronto ves cicatrices que obviaste, especialmente al subir por ciertas calles, y uno empieza a darse cuenta bastante más del gris. Y que el gris no gusta a nadie... que aunque en los cuentos triunfen los personajes grises, nadie quiere tener una vida sin sobresaltos o sin cambios de sentido o sin pasión. Este era el secreto.

FOTO: Per Rueda

3 comentarios:

Salomé dijo...

Y es que hay colores que se te meten dentro y comienzan a burbujear.

patapalo dijo...

El día del mes o el nombre del día no significan nada. El calendario lo marcan los sobresaltos, los contratiempos, el frio. Todo lo accidental dibuja el mapa de las cicatrices que reconfigura nuestro futuro...

A pesar de todo, es más fácil encojerse de hombres y contemplar la vida en lugar de hacerla.

Adoro tu reloj porque siempre está absolutamente afinado.

pqueno dijo...

sssshhhh...

no descubras otro secreto, o me costará un poco más cada día


abrazos ausientes desde la ciudademendio