Una de las cosas que más me gustan de sacar libros de la biblioteca es encontrar regalos en las páginas. Me gusta leer libros que han pasado por otras manos. Si son prestados agradezco encontrar secretos de otros dedos que pasaron páginas, repasaron hojas, ojearon letras y pensaron al mismo tiempo en la misma línea. Es como repasar el mapa de alguien que ya ha estado en un sitio; no puedo evitar dibujar mentalmente sus notas invisibles al pie. Es así como alguien se asoma a otro alguien y pasa así también cuando cojo un libro matasellado más de diez veces antes, en fechas distintas, incluso en años muy lejanos... Me es inevitable repasar las páginas, antes incluso de empezar a leerlo, en busca de picos doblados, notas y marcapáginas diversos. De estos apenas quedan ya. Pero cuando alguna vez los encuentro, ya sea en forma de bonobús, etiqueta, ticket de compra o cualquier superficie marcante un poco rota, me gusta imaginar cómo serían los ojos y las manos del anterior inquilino de los renglones.
en ocasiones no damos cuerda al reloj en la dirección adecuada y con la potencia precisa. Llegar a tiempo no siempre equivale a llegar en hora o según los planes. Porque a veces, llegamos a tiempo cuando perdemos el autobús, cambiamos los planes en el último segundo o improvisamos un viaje solos
viernes, 3 de diciembre de 2010
El inquilino de los renglones
Tweet
Una de las cosas que más me gustan de sacar libros de la biblioteca es encontrar regalos en las páginas. Me gusta leer libros que han pasado por otras manos. Si son prestados agradezco encontrar secretos de otros dedos que pasaron páginas, repasaron hojas, ojearon letras y pensaron al mismo tiempo en la misma línea. Es como repasar el mapa de alguien que ya ha estado en un sitio; no puedo evitar dibujar mentalmente sus notas invisibles al pie. Es así como alguien se asoma a otro alguien y pasa así también cuando cojo un libro matasellado más de diez veces antes, en fechas distintas, incluso en años muy lejanos... Me es inevitable repasar las páginas, antes incluso de empezar a leerlo, en busca de picos doblados, notas y marcapáginas diversos. De estos apenas quedan ya. Pero cuando alguna vez los encuentro, ya sea en forma de bonobús, etiqueta, ticket de compra o cualquier superficie marcante un poco rota, me gusta imaginar cómo serían los ojos y las manos del anterior inquilino de los renglones.
Una de las cosas que más me gustan de sacar libros de la biblioteca es encontrar regalos en las páginas. Me gusta leer libros que han pasado por otras manos. Si son prestados agradezco encontrar secretos de otros dedos que pasaron páginas, repasaron hojas, ojearon letras y pensaron al mismo tiempo en la misma línea. Es como repasar el mapa de alguien que ya ha estado en un sitio; no puedo evitar dibujar mentalmente sus notas invisibles al pie. Es así como alguien se asoma a otro alguien y pasa así también cuando cojo un libro matasellado más de diez veces antes, en fechas distintas, incluso en años muy lejanos... Me es inevitable repasar las páginas, antes incluso de empezar a leerlo, en busca de picos doblados, notas y marcapáginas diversos. De estos apenas quedan ya. Pero cuando alguna vez los encuentro, ya sea en forma de bonobús, etiqueta, ticket de compra o cualquier superficie marcante un poco rota, me gusta imaginar cómo serían los ojos y las manos del anterior inquilino de los renglones.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
A mí me pasa lo mismo. Es genial jugar a imaginar quién leyó esas hojas antes, cómo era, qué sintió, dónde leyó esas líneas que tanto me gustan...
Me encantó.
Saludos
A mí me pasa igual. Pero además, siempre dejo algo mío en todos los libros que saco de las bibliotecas. Manías, ya sabes.
Pero no te sabía! Qué lujazo de ventana, te seguiré de cerca yo también!
GUAPA!
Publicar un comentario